La capacidad de generar ideas positivas y compartirlas en beneficio de todos los seres vivos es una acción que trasciende fronteras, colores, géneros, nacionalidades e incluso edades.

Permítanme contarles la historia de un joven, a pesar de su temprana edad, que pronunció estas palabras con profunda sabiduría: “Debemos comprender nuestro lugar en la tierra, ya que nuestro bienestar está entrelazado y ligado al bienestar de todos los seres vivos y al medio ambiente”.
Este joven se ganó el título de defensor y protector de los animales, y en 1980, el Papa Juan Pablo II lo nombró el patrón de los animales. Su nombre era San Francisco de Asís. Sin embargo, lo que hace que esta historia sea aún más asombrosa es la forma en que su voz resonó en todo el mundo. Su pasión por los animales era tal, que allá donde iba demostraba con hechos la importancia de mostrar respeto hacia ellos. Lo hacía a través de gestos de amabilidad, proporcionando alimento, refugio, atención médica y, sobre todo, combatiendo la crueldad y la explotación. Además, trabajó incansablemente para controlar la reproducción no deseada y prevenir el aumento de animales sin hogar.
Desde mi perspectiva, los animales son como bebés, pero a diferencia de los seres humanos, su necesidad de cuidado, protección y amor perdura durante toda su vida.



