
TRES CLAVES
- Los malos modos no llevan a ninguna parte
- Para enseñar; paciencia
- Si no estás bien; sal de tu zona de confort
Cuando tenía 21 años, me encontraba en una encrucijada en el campo de la radiología. Trabajaba como técnica en una de las clínicas más prestigiosas de la ciudad. El radiólogo, dueño de esta exitosa empresa en aquel entonces, ostentaba un prestigio que me abrumaba cada vez que me dirigía al trabajo. Aún puedo evocar su imagen imponente, su semblante serio y, sobre todo, sus métodos de enseñanza que, en ese momento, y hasta el día de hoy, me parecen más agresivos e intolerables que una conversación sobre política en una cena de Nochebuena.
Con las experiencias que he acumulado desde entonces, puedo comprender que este prestigioso doctor, me transmitió un método de enseñanza que probablemente había aprendido en su propia infancia. En ese momento, yo pensaba que su enfoque era la estrategia maestra que lo había llevado a lo más alto en términos económicos y profesionales. Ahora, al reflexionar sobre esos momentos, imagino que lo que él deseaba para mí era lo mismo: una vida de excelencia económica y profesional. Sin embargo, debido a un error compartido; el suyo y el mío, implicó no llegar a un acuerdo.

Un día, ya agotada por su forma de comunicarse y sus gritos, le respondí de la misma manera, terminé ese momento de tensión lanzándole las llaves de la clínica a sus pies y expresándole que nadie podría aprender bajo su método, que solo aumentaba inseguridades y dudas, y que estaba perdiendo mi motivación por la profesión.
A pesar de todo, continué trabajando dos años más en ese sector laboral, hasta que un acontecimiento trascendental cambió el rumbo de mi vida y mi enfoque existencial. No sabía que mi vida estaba a punto de dar un giro épico. Quedé embarazada de mi primer hijo y, por su salud, renuncié a esa estabilidad laboral y a todo lo que había logrado hasta ese momento.
En resumen, no vale la pena trabajar al lado de eminencias intelectuales si sus métodos de enseñanza son estrictos y su temperamento irascible. Se pierde mucha autoconfianza y seguridad al estar cerca de ese tipo de personas, y recuperarlas lleva años.
Sin embargo, también debo reconocer que, gracias a ese error, comprendí que el equivocarse es humano y que en la vida no hay nada perfecto, pero sí personas entusiastas y motivadas que crean lo que aman, disfrutando de su pasión junto con todas sus ventajas y desventajas.


